Tomado de: PORTAFOLIO...

Desde sus inicios, la humanidad ha tenido su mente enfocada en el final de los finales y en la mayoría de los casos lo representa como un acto producido por alguna deidad.

Malas noticias: el mundo se va a acabar. Si es que no nos revienta un asteroide desbocado antes, nuestro querido Sol se encargará de poner fin a su propia vida con una enorme explosión y, en un acto de terrorismo cósmico, llevará a la Tierra y al resto de los planetas a un paseo sin retorno al más allá estelar. O, dependiendo de nuestra fe, algún día que no tiene fecha exacta, enfrentaremos El Juicio Final. Pero hay buenas noticias: seguramente ese acabase no va a ser ni este 21 de mayo, como dice Harold Camping, ni el próximo 31 de diciembre, como supuesta mente dijeron los mayas.
Y lo más probable es que el grand finale no será en nuestro tiempo ni en el de nuestros hijos, ni siquiera en el de nuestros nietos. Pero mucha gente piensa que el último día de la Tierra ya tiene fecha de cumpleaños y algunos están felices comprando el pastel y las velitas. ¿Por qué esa obsesión con el final de todo? En parte, porque hay personas a las que no les gusta el mundo tal como está y su manera de cambiarlo no es creando una ONG o entrando a un partido político, sino fantaseando acerca de su destrucción. “Si yo estoy mal, quiero que al resto del universo le vaya igual que a mi”, es su filosofía. Y nada como la mano de Dios (no la de Maradona) o algún cometa extraviado por el universo para ejecutar su dulce vendetta. Desde sus inicios, la humanidad ha tenido su mente enfocada en el final de los finales y en la mayoría de los casos lo representa como un acto producido por alguna deidad.
Así, cuando una plaga completamente natural y de este mundo como la peste bubónica le quitó la vida a un tercio de la población de Europa en la Edad Media, todos estaban convencidos que la enfermedad venía de arriba, arriba. Que algo tan de abajo, como una bacteria transmitida por pulgas, fuera la causa de la epidemia hubiera sido inconcebible para personas que de manera muy egocéntrica necesitaban convencerse de que la plaga era un castigo divino. Y es que es siempre bueno echarle la culpa al Creador de la destrucción de todo, ya que no es su política aparecer en CNN desmintiendo noticas de su participación en terremotos, inundaciones o huracanes. Por eso, una y otra vez desde las sectas más oscuras hasta religiones enteras han basado su estabilidad en la cercanía de la hecatombe final. De ahí que hoy un señor llamado Harold Camping, a través de su Family Radio, haya decidido, a través de interpretaciones completamente personales de la biblia, que debemos anotar en nuestro Outlook el 21 de mayo del 2011 como el fin del mundo y que además debemos invitar a todo el mundo a esta reunión.
Pero lo espiritual ha llevado la batuta en el tema, la ciencia también ha aportado lo suyo. Un poco más de una década atrás pasamos por la supuesta destrucción total del año 2000, la famosa Y2K. Sin embargo, el primero de enero de ese año, fuera de algunas borracheras nunca antes vistas, no pasó absolutamente nada extraordinario. Este tipo de afirmaciones le dan vida a teorías pseudocientíficas como la de que los mayas, a quienes seguramente se les acabó el espacio, detuvieron su calendario en el año 2011 porque el mundo no duraría un día más. Al menos así lo interpretan escritores sensacionalistas y algunos productores de Hollywood, para los que el fin de la humanidad ha sido, hasta ahora, el maravilloso fin de su pobreza. Lo que nunca explican los creadores de este mito es cómo los mayas pudieron ver tan claramente el ocaso de nuestra civilización y fueron miopes totales para ver el final de la suya. Todo un misterio. La obsesión con predecir es también ayudada por el hecho de que el error del visionario no parece tener consecuencias.

Yo puedo despertarme hoy diciendo que el cielo se va a caer el próximo domingo y el lunes volver al trabajo con una sonrisa de oreja a oreja como si nunca hubiera dicho una palabra. Hace unos años, Paco Rabanne usó todo su poder de comunicación para gritarle al mundo que el 11 de agosto de 1999 la nave espacial MIR caería sobre Francia acabando con cuanto franchute encontrara en su camino. Resultado: (silencio y sonido de grillos, por favor). ¿Qué pasó entonces con Paco Rabanne? ¿Está encerrado en alguna institución? ¿Le cancelaron su licencia de diseñador? Por supuesto que no. Su carrera ha seguido con su mismo ritmo exitoso desde entonces. El mismo Harold Camping predijo en 1992 que el mundo iba a desaparecer el 6 de septiembre de 1994. El día llegó, nada pasó, pero la credibilidad de Camping siguió intacta para sus miles de seguidores en todo el planeta. Muchos visionarios se aprovechan también que sus fans les dan una licencia especial para ser ultra ambiguos tal como en su momento fueron el oráculo de Delfos en Grecia, Nostradamus (cuyas predicciones aplican a casi todo y en cualquier tiempo y espacio) o simplemente como lo es hoy el horóscopo personal. “Piscis: va a ser un día maravilloso para ti, pero ten cuidado y no abuses de tu buena suerte, porque todo lo bueno se te puede revertir”. Y claro, la buena suerte es tan delicadita que cualquiera puede ‘abusar’ de ella sin darse cuenta. Peor aún, el horóscopo puede decir que los del signo Leo vamos a tener un excelente día en Colombia y desglobalizar la predicción para que no aplique a miles de Leos en Somalia, Bangladesh o Libia que ese mismo día van a ser asesinados, violados o encarcelados. Ni hablemos de la confusión que ha creado el hecho de que ahora son 13 signos y algunos que se enorgullecían de ser Sagitarios de pura cepa han quedado reinstalados en la casa de ese extraño nuevo representante zodiacal llamado Ofiuco cuya inusual profesión es sostener serpientes.
Por eso me atrevo a afirmar que estos próximos fines de mundo no son más que nuevos inventos de mentes deformes que se autoconvencen de sus propias locuras. Y como estoy tan seguro de esto, voy a poner mi dinero donde pongo mis palabras. Apuesto mi casa (lo único que casi no le debo al banco) a que el fin del mundo no va a ser ni el 21 de mayo ni el 31 de diciembre del 2011. Acepto que tengo la ventaja de que, si pierdo, mis cobradores no tendrán mucho que colectar porque se habrá destruido todo y que si trataran de demandarme sería tarde: ya habría perdido el juicio.
AJ FERNÁNDEZ.
Director Phocus Branding
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